LA IMPORTANCIA DEL MÚSCULO PSOAS EN ESTADOS FÍSICOS Y EMOCIONALES

¿Sientes agotamiento general?, ¿Te duele la espalda incluso en la cama? ¿Sientes inseguridad?

El Músculo Psoas es un músculo que conecta la parte superior e inferior del cuerpo, realiza una función de estabilización de la columna vertebral. Actúa en armonía con el diafragma, vinculando los ritmos del movimiento del cuerpo con los ritmos respiratorios, y entre ambos realizan un continuo masaje sobre la columna vertebral, los órganos, los vasos sanguíneos y los nervios del tronco, estimulando el movimiento de los fluidos por todo el cuerpo.

El Músculo Psoas es un eje físico de un cuerpo equilibrado y estable. Es un músculo vital en todo movimiento que implique equilibrio, rotación del tronco y de las piernas y en definitiva, cualquier movimiento general del cuerpo. Si este músculo se usa constantemente para corregir la estabilidad interna, al cabo del tiempo puede empezar a perder flexibilidad y a acortarse de forma crónica, provocará que otros músculos del abdomen y de la espalda se vean obligados a compensar el equilibrio y empiecen a endurecerse también. Estos trastornos provocarán, a la larga, lesiones crónicas en la espalda, la cabeza del fémur o las rodillas.

Con un abdomen habitualmente en tensión y comprimido, una vitalidad disminuida y una respiración alterada, es comprensible que el Psoas conlleve alteraciones emocionales. Puede que mucha de esa ansiedad que nos afecta, o parte de esa apatía crónica que nos oprime esté relacionada con el Psoas. Igualmente, la sensación permanente de inseguridad que algunas personas experimentan puede estar directamente conectada con el sobreesfuerzo continuo por mantener el equilibrio del esqueleto.
El Músculo Psoas está íntimamente conectado con la ancestral reacción de “lucha-huida” que permite a los animales defenderse en una situación de peligro, cuando deben enfrentarse a un agente externo. Tanto si nos encogemos en una posición fetal protectora, como si saltamos desde el suelo para correr, el Psoas es el corazón de los músculos implicados, el primero en reaccionar. Por ello, un Psoas crónicamente contraído está enviando al resto del cuerpo una señal de alerta, lo que afecta al sistema nervioso, agota a las glándulas suprarrenales y debilita el sistema inmunitario. Si nos sentimos agresivos a menudo, y sin razón aparente, es posible que el Psoas tenga mucho que ver.

Desarrollar la confianza en el equilibrio de nuestro esqueleto, en vez de buscar el equilibrio mediante tensiones musculares es lo correcto. Un cuerpo relajado sostiene su peso de manera natural sobre su propia estructura ósea: los músculos están para mover los huesos, no para sostener el peso del cuerpo. Cuando aprendemos a repartir el peso sobre el esqueleto y a sostenerlo sin esfuerzo, la sensación se traduce en una actitud emocional de seguridad y equilibrio. Las articulaciones “fluirán” sin esfuerzo, dando a todo movimiento una sensación de continuidad y armonía.

 

Liberar el Músculo Psoas, al principio puede ser problemático. Al intentar “dejar ir” la musculatura, puede invadirnos una sensación de vértigo. Acostumbrados a sostenernos mediante contrafuerzas musculares, hemos perdido la confianza en nuestra estructura ósea, y podemos creer que nos vamos a desmoronar. Los primeros ejercicios de relajación pueden dar una primera impresión de inestabilidad, que es pasajera. Asimismo, una vez que hayamos aprendido a sentir nuestros músculos y empecemos a relajarlos, podremos atravesar una etapa de emociones confusas. Es normal, ya que la atrofia del Psoas suele estar relacionada con problemas emocionales, y para liberar este músculo, como en cualquier tratamiento o cura, primero hay que abandonar los viejos esquemas y depurar los elementos dañinos, permitiendo que afloren.

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