CUENTO DE NAVIDAD, DE CHARLES DICKENS

Mr Scrooge era un hombre mayor, muy avaro, egoísta y tirano. No le gustaba hablar con nadie, ni compartir nada de lo que tenía. Mr Scrooge era contador, y ese día, un 24 de diciembre, observaba a su empleado. Los minutos pasaban y aún tenía mucho trabajo por terminar.

– ¿Cuándo terminarás todo el trabajo, holgazán?- le decía Mr Scrooge.

– Voy lo más deprisa que puedo- Contestaba con miedo Bob-. Acabaré el miércoles sin falta.

– ¿El miércoles? ¿Cómo que el miércoles?- gritó enfurecido Mr Scrooge- ¡Si hoy es lunes! ¡Acabarás mañana!

– Pero señor- dijo su empleado-. Si hoy es Nochebuena y mañana es Navidad …

– ¿Y qué importa eso? ¡Mañana vendrás a terminar el trabajo o estarás despedido! Yo he rechazado una invitación de mi hermana y mi sobrino por venir a trabajar. Nada es más importante que el trabajo.

El pobre empleado agachó la cabeza y pensó en cómo iba a decirle a su familia que no podría estar con ellos en Navidad…

Llegó la hora de salir de la oficina. Eran las 9 de la noche y el empleado de Mr Scrooge al fin pudo irse a su casa. El anciano avaro se dirigió a paso lento hacia la suya. Tuvo que regañar a un hombre que le pedía dinero para los pobres. Abrió la puerta y se dejó caer con pereza sobre un sillón, en donde se quedó dormido. A las 11 de la noche, su reloj de pared dio las campanadas, y Mr Scrooge escuchó entonces un extraño sonido que le despertó.

– Socioooooo- decía una débil voz susurrando- Soy yoooooo… Jacoooob

– ¿Quién habla?- Contestó asustado Mr Scrooge. Y entonces le vio: era Jacob Marlen, su antiguo socio, con quien había creado su empresa y que falleció el año anterior.

– ¿No me reconoces?- dijo Marlen- Soy yo, tu socio, Jacob.

– Ahora sí… pero… ¿qué haces aquí? ¿Y qué llevas colgando?- preguntó Mr Scrooge al darse cuenta de que llevaba una enorme cadena atada a los tobillos.

– Esto que ves- dijo él señalando la cadena- son los pesados eslabones que fui atando a mis tobillos en vida. Cada una de las veces que me portaba mal con otros, un eslabón se cerraba en torno a mi cadena. Como ves, es muy larga, pero ni imaginas el tamaño de la tuya…

– ¿Yo tengo una cadena?- dijo incrédulo Mr Scrooge.

– Sí que la tienes, y se hará visible cuando mueras. Pero tienes suerte, te van a dar una oportunidad para cambiar esto. Será esta noche. Tres fantasmas se te aparecerán. Escucha bien lo que tienen que decirte. Recuerda: no desaproveches esta oportunidad. Adiós, amigo…

Y diciendo esto, .. se desvaneció y Mr Scrooge se quedó de nuevo solo.

– ¡Paparruchas!- dijo Mr Scrooge- ¡Esto no ha sido más que un mal sueño! Tres fantasmas, dice…  ¡¡ja, ja!!

 

Mr Scrooge se fue a la cama, hasta que de pronto dieron las doce campanadas. En ese momento, apareció el primer espíritu: el fantasma de las Navidades pasadas. No podía hablar, solo podía comunicarse mediante señas. Mr Scrooge sintió una presencia a su lado y se despertó.

– ¡Ah! ¿Quién eres tú?- preguntó al fantasma.

El fantasma, cubierto por una espesa capa negra, y sin rostro, no contestó. Solo le hizo una señal para que le siguiera.

– ¿Qué quieres? ¿Que te siga? ¿Para qué?- preguntó intrigado Mr Scrooge. De hecho, acababa de recordar las palabras de su socio, y pensó que debía hacerle caso. Así que se levantó de la cama, y siguió al fantasma.

Qué tiene que mostrarle el fantasma de las Navidades pasadas

Entonces, de pronto su habitación se esfumó y aparecieron en una acogedora casa, en donde olía a pavo asado y en donde un enorme árbol de Navidad presidía el salón. Una familia muy feliz preparaba la Navidad mientras que un niño jugaba alegre con su hermana.

– Ey, Ebenezer, Tina…  ¡Vengan con nosotros a cantar!- dijo entonces la mujer.

– ¡Sí, mamá, voy!- dijeron los niños, dando saltos de entusiasmo. Ese día, su padre había llegado antes del trabajo, y su tío, que los quería mucho, había llevado regalos de Navidad.

Mr Scrooge sintió entonces que unas lágrimas resbalaban por sus mejillas…

– ¿Por qué me has traído aquí, fantasma? ¿Por qué me haces esto? Ese niño soy yo… me encantaba jugar con mi hermana y ella es mi madre. Era una mujer muy dulce y me amaba…Era tan feliz…

Mr Scrooge se dio cuenta de que, de pequeño, era mucho más feliz. Amaba y era amado por los demás…

Después de ver esa escena, Mr Scrooge apareció de nuevo junto a su cama. Y justo cuando iba a volver a meterse en ella para dormir, apareció el segundo fantasma.

El segundo fantasma lo llamó por su nombre:

– ¡Ebenezer! Corre, sígueme, tenemos prisa…

– ¿Qué prisas? ¿Por qué? ¿Quién eres tú?

– Soy el fantasma de las Navidades presentes. Quiero que veas algo- le dijo. Y entonces, le agarró de la mano y volaron por encima de todos los edificios, hasta llegar a la casa de su empleado, Bob.

– ¿Alguna vez visitaste a tu empleado, Ebenezer? ¿Sabes cómo es su familia?- preguntó el fantasma del presente.

– ¿Para qué? ¡No quiero saberlo! ¿Y por qué me llamas Ebenezer? ¡Soy el señor Scrooge!

– Ebenezer, mira bien. Así es cómo vive tu empleado, al que obligaste a trabajar mañana, día de Navidad …

 

Entonces, Mr Scrooge vio un humilde apartamento en donde hacía mucho frío. Una mujer intentaba cocinar unas papas mientras Bob, su empleado, secaba sus calcetines junto a una pequeña hoguera que apenas daba calor.

– Cariño, no gastes toda la leña o no tendremos para mañana- le dijo su mujer desde la cocina.

Entonces, se oyó la tos de un niño, y un pequeño avanzó desde otra habitación con unas muletas.

– ¡Tim! ¡Ven con papá!- le dijo Bob.

El pequeño se sentó junto a su padre y entonces la mujer fue junto a ellos.

– Se nos han acabado las medicinas- le dijo entonces Bob a su hijo- pero no te preocupes, que seguro que el bueno de mi jefe me ayuda de alguna forma… Igual me da algún aguinaldo.

– ¿Aguinaldo dices?- gritó enfadada la mujer- ¡Ese hombre es tan egoísta que no te dará ni las gracias! ¡Más nos vale buscar otra forma de conseguir las medicinas de Tim!

– Ya pensaré algo, no te preocupes- dijo Bob apenado, mientras Tim seguía tosiendo sin parar.

– Bueno, no vale la pena enfadarnos. Cantemos juntos, así se pasará antes el tiempo y podremos comer las papas cocidas. ¿Qué os parece?

Y la familia comenzó a cantar villancicos frente a un pequeño belén que habían colocado junto a la chimenea.

– Pero… – dijo entonces Mr Scrooge- ¿Por qué nunca me dijo Bob que tenía un hijo enfermo?

– ¿Tú le preguntaste alguna vez por su familia?- preguntó entonces el fantasma de las Navidades presentes.

– Yo, no, claro…

– Entonces, no pudo contártelo.

La escena dejó muy tocado a Mr Scrooge. La enfermedad de aquel pequeño le había dolido mucho. Pensó en lo feliz y sano que era él de pequeño. Y en medio de estos pensamientos, ya estaba de nuevo junto a su cama, cuando de pronto vio aparecer a un fantasma lujosamente vestido, con ropajes bordados con hilos de oro.

– ¿Y tú quién eres? ¿El futuro?

– Tú lo has dicho, y tengo algo que mostrarte.

– ¡Qué raro!- contestó Mr Scrooge. Y ambos aparecieron de pronto en medio de un cementerio.-. ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué me traes a un cementerio?

Lo que el fantasma de las Navidades futuras le enseña a Mr Scrooge

– Estas son las Navidades del año que viene. Quiero que veas qué pone en esa lápida- dijo el fantasma señalando una piedra con una inscripción. La lápida estaba rodeada de decenas de personas que lloraban amargamente.

Mr Scrooge leyó entonces el nombre de Tim, el hijo de su empleado.

– ¿Cómo? ¡No es posible!- dijo enfadado Mr Scrooge- ¡No puede morir! ¡Es solo un niño!

– Su padre no consiguió dinero para las medicinas… Se podía haber salvado con un poco de dinero. Pero mira, allá cerca hay otra tumba que quiero que veas.

– ¿Cuál?- preguntó Mr Scrooge- ¿Esa de allá que está apartada y solitaria?

– Sí, esa… Nadie fue a dejar ninguna flor en ella desde que enterraron a esta persona. De hecho, nadie acudió a su entierro…

Mr Scrooge se acercó temblando. Y sí, vio su nombre inscrito en la lápida.

– ¿Por qué? ¡No quiero que pase esto! ¿Cómo puedo cambiarlo?

– En tus manos está, Ebenezer… en tus manos está…

Y diciendo esto, el espíritu se desvaneció por completo. Mr Scrooge apareció de nuevo junto a su cama, e intentó dormir. En breve dieron las 8 de la mañana. El día era espléndido, hacía sol, y Mr Scrooge tenía muchas cosas que hacer.

Mr Scrooge se vistió rápido, salió de la casa disparado, paró junto a un hombre que pedía dinero para los pobres. Hizo una fantástica donación. Y fue a comprar el pavo más grande que encontró. Entonces, lo llevó a casa de su empleado. Al abrir la puerta, ya preparado para ir al trabajo, Bob, apenas podía dar crédito a lo que veía.

– Atrás, Bob, hoy no se trabaja. ¡Es Navidad! Traigo para tu familia la comida. Bueno, y me encantaría conocer a tu mujer y tu hijo.

– Claro- contestó Bob totalmente sorprendido- Ella es mi mujer y él mi pequeño Tim- dijo señalando al niño, que no paraba de toser.

– ¿Y qué le pasa al pequeño Tim?- preguntó Mr Scrooge- ¿Por qué tose tanto?

– Está muy enfermo, y necesita unas medicinas…

– No se hable más, Bob, no sé por qué no me lo dijiste antes. Hoy justo venía a traerte un aguinaldo… y, a notificarte un aumento de sueldo– Y le entregó a su empleado una buena suma de dinero.

– Pero… Señor Scrooge, esto es demasiado… no debería aceptarlo- dijo contrariado Bob.

– Nada es demasiado. Asegúrate de que Tim recibe las mejores medicinas y que se pone bien. Es lo único que te pido. Ah, y… ¡Feliz Navidad!

Mr Scrooge salió de la casa de Bob y fue a la de su sobrino, quien ya no le esperaba…

– ¡Tío! ¡Has venido! ¡Qué ilusión!

– Claro, sobrino- dijo entonces Mr Scrooge- No pensarías que iba a desperdiciar esta excelente oportunidad de estar con mi familia. ¡Feliz Navidad!

Y Mr Scrooge celebró no solo esta, sino muchísimas navidades más, junto con su familia y todas las personas que comenzaron a quererle.

(Adaptación del Cuento de Navidad de Charles Dickens)

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